Todo viaje tiene un coste humano. Viajar genera estrés, eso es indudable. Esto es lo que algunos expertos denominan traveller friction y que tiene que ver directamente con el concepto de traveller experience. Nueva entrega del informe “El Ciclo del Viaje de Negocios”, publicado por Forum Business Travel.
Lo que se impone es buscar el equilibrio entre la necesaria optimización de los recursos en la gestión de los viajes de empresa y las condiciones en que estos se producen.
Y no se trata de política de responsabilidad social corporativa, sino de impacto económico en la cuenta de resultados. El gran reto ahora es aprender a medirlo.
Con la crisis económica, las empresas pusieron el acento en el ahorro de costes a ultranza. Este criterio, trasladado a la gestión de los viajes corporativos, pudo suponer en algunos casos un empeoramiento de las condiciones en las que los empleados realizaban sus desplazamientos.
Con la recuperación, el peso de la balanza se puede invertir. Las empresas empiezan a tener dificultades a la hora de retener a sus empleados si no les ofrecen unas condiciones que mejoren también su calidad de vida, más allá de la remuneración económica.
Esto se traduce, entre otras cosas, en limitar el número de viajes y en mejorar las condiciones en que se desarrollan los mismos, en términos de experiencia y confort.
Ya hay estudios que indican que las condiciones en que se produce un viaje de negocios tiene un impacto financiero en las empresas. Y esto es debido a que el rendimiento del viajero cuando llega a su destino puede verse resentido si no ha podido dormir adecuadamente en el avión, si el hotel asignado se encuentra lejos de los puntos de interés profesional o si no dispone de procedimientos sencillos para realizar modificaciones en su desplazamiento si fuese necesario.
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