
Las empresas, y más concretamente aquellas que pertenecen a sectores en proceso de regeneración, necesitan tener en su organización ‘personas pingüino’. Son aquellas capaces de adaptarse a la hosquedad de su entorno, trabajando en equipo y con una gran capacidad de identificar el verdadero liderazgo. Pero para tener este tipo de personas en las organizaciones hay que pasar página, dejar atrás el efecto de la crisis y ocuparse de ellas con responsabilidad, tanto de las que se van como de las que se quedan.
Una pregunta directa a la empresa: ¿Cuánto estás dispuesta a invertir por el talento? ¿Cuánto estás dispuesto a invertir para avanzar?
Un despido colectivo provocado por una reestructuración o ERE es la chispa que provoca el duelo, no sólo para los que se van, sino también para los que se quedan. Y todos ellos pasan por un ciclo de emociones que bien gestionadas, crean personas resilientes y talento aprovechado. Merece la pena participar en esa gestión con responsabilidad.
Primera emoción: la sorpresa, tanto para el que es despedido como para el compañero que se queda. En este último se produce una sensación de orfandad que no se esperaba.
Segunda emoción: la tristeza. En ambos casos, hay abandono, pérdida. Para el que se queda puede ser muy limitante.
Tercera emoción: el miedo. El que se va puede caer en un abismo de incertidumbre laboral, y el que se queda puede llegar a sentir la amenaza de que vuelva a suceder. A veces, este miedo puede provocar una tendencia al individualismo.
Cuarta emoción: La ira, provocada por la impotencia y un rechazo, a veces extremo, a los responsables del despido.
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